miércoles, 28 de diciembre de 2011

Bisiesto

Divague

Estamos otra vez ante la inminente llegada de un año nuevo. En este caso, un año más largo, bisiesto. Chicos y grandes de todo el mundo, de esos que nacieron el 29 de febrero, esperan el 2012 con impaciencia. Quieren cumplir años.
Que nuestro planeta tarde trescientos sesenta y cinco días y seis horas en dar una vuelta alrededor del sol, es algo impreciso. Pero no por eso vamos a andar criticando a la pobre esfera. Váyanse a Marte si quieren, podría decirnos. Y más allá de las imprecisiones de su recorrido solar, nuestro planeta tiene muchas ventajas. Tiene agua y atmósfera.
Se me ocurren dos soluciones, dignas de nuestro siglo. Ambas consisten simplemente en transformar el año, que a la fuerza coincide con la traslación terrestre, en algo independiente. Es decir, que no sea siempre igual. Sólo así los pobres nacidos el 29 de febrero podrán cumplir años sin saltearse ninguno.
Primera propuesta. Año de trescientos sesenta y seis días. Funcionaría muy bien en las zonas tropicales, porque a lo largo del tiempo, las estaciones se irían corriendo de fecha. Aunque posiblemente confunda a los caribeños sin permitirles detectar a tiempo la temporada de huracanes.
Segunda propuesta. Año de trescientos sesenta y cinco días con un día de seis horas agregado para celebrar, a las apuradas, los cumpleaños de todos los nacidos el 29 de febrero. En este caso existiría un problema con la hora, ya que a partir del mes de marzo, y por todo el año, amanecería seis horas tarde.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Cierra circular

Trasgresión

Javier, esta vez, no fue quien trasgredió primero. Sí fue quien lo hizo con mayor contundencia. Pero no el primero.
Por la mañana, alguien estacionó un coche en la puerta de su casa. Lo hizo de una manera desprolija, tapando la salida de su cochera. Javier no se dio cuenta entonces. Recién lo notó más tarde, cuando tuvo que sacar el auto. No podía. Era imposible hasta para el más experimentado camionero. Aquellos que tienen la destreza de estacionar con soltura un camión con acoplado.
Javier llegaría tarde. Iba a salir, ya resignado a hacer uso del transporte público cuando pensó en algo mejor. Canceló sus compromisos y fue al fondo de su casa. Buscó y buscó hasta encontrar la moladora. Le ajustó una cierra circular. Salió a la vereda.
Las chispas saltaban para todos lados. Eran amarillas y grandes, realmente grandes. Javier no era ningún improvisado y mostraba con orgullo sus guantes de trabajo, sus lentes, sus tapones para los oídos. El ruido también era bastante espectacular. Lo que estaba haciendo, algo muy pero muy inesperado.
Cuando terminó volvió a entrar en su casa y guardó la moladora. Se lavó las manos, se sacó los lentes, los guantes de trabajo y los tapones. Se cambió de ropa y salió a la vereda otra vez. Pidió ayuda a un vecino, que aún no se reponía de la sorpresa, y juntos corrieron el trozo del auto que obstruía su cochera.
El auto de Javier salió sin ningún problema. El otro, ya no tiene baúl.

jueves, 15 de diciembre de 2011

La desaparición

Ficción

A Juan desde chiquito le había gustado la magia. Mucho. Soñaba con atravesar mujeres con espadas y cortarlas por la mitad. Por suerte, con el tiempo se tranquilizó y ya no quiso matar a nadie. Estudió primero magia con naipes. Que una reina se da vuelta cara arriba, que un cuatro desaparece, que un rey viaja al bolsillo misteriosamente.
Pero hace unos meses que Juan siente que no es suficiente. Quiere cambiar de especialidad. No más close up. Ahora piensa dedicarse a las grandes ilusiones. Claro que no es fácil hacer desaparecer un vagón de tren o una estatua gigante. No por la magia. Difícil es que te den permiso.
Juan sabe que para saltar a la fama tiene que llamar la atención. Tiene que hacer algo que obligue a la prensa internacional a mirar hacia Buenos Aires. Se prepara. Dentro de dos minutos, va a hacer desaparecer un semáforo. Y por lo que me comentó, lo hará sin taparlo con telas. No va a usar esos tristes trucos de cámara. Así que yo me pongo cerca para verlo bien.
La ciudad está en pleno movimiento. La avenida anchísima siente como fluyen sobre ella, miles de autos, camiones, colectivos, motos, bicicletas, monopatines, patinetas, zapatillas. Siento una curiosidad preocupante. Esto puede ser peligroso.
Juan grita a través de un megáfono. Nadie lo escucha. Anuncia su gran acto mágico. Nadie lo entiende. No se da por aludido. Sigue. La ciudad está a punto de ser testigo de la magia. Existe. Mirá como Juan hace un gesto ridículo. El semáforo desaparece.
Doce muertos. Treinta y cinco heridos. Eso es lo que queda después de la magia. Sin semáforo, miles de autos, colectivos, camiones y lanchas chocan unos contra otros. Nadie pudo explicar lo de las lanchas. A Juan se lo llevan preso. Es que no respetan las distancias de frenado, se queja.

martes, 6 de diciembre de 2011

Rifle politécnico

Hecho

Primero viajemos en el tiempo. Unos años. Veintidós. Para atrás. Digo, hacia el pasado. Si viajamos al revés no vamos a ver nada. Esto va a ser como una película. Para aprovechar el tiempo que nos lleve viajar hacia 1989, nos vamos moviendo hacia Canadá. Buscamos la ciudad de Montreal. Cuando lleguemos, Charles Dutoit ya habrá dirigido la orquesta sinfónica de la ciudad unos doce años. Y lo va a seguir haciendo muchos más.
Una vez en Montreal vamos a tener que pedir indicaciones. Podemos hacerlo en inglés o francés. El español no es demasiado comprendido por estas tierras. Ni hablar de los argentinismos contemporáneos. How can I go to L'École Polytechnique de Montréal? Así usamos las dos lenguas oficiales.
Un miércoles común y corriente. Hasta ahora. Por recomendación de la historia, pongámonos el chaleco antibalas. Este sexto día de diciembre está por quedar en la historia. Ahí aparece. ¿Lo ven? Ese es Marc Lépine. No, aún no lo conoce nadie. ¿Viste? Tiene un rifle. Dejémoslo pasar. Esa debe ser el aula. Ahí entra.
Ahora, espiando a través de la cerradura de la puerta, vemos como este perturbado muchacho de veinticinco años está separando a los hombres de las mujeres. Los está acomodando unos en una punta, unas en la otra. ¿Que qué va a hacer? Esto es contra el feminismo, acaba de gritar. Disparo. Disparos. Impresionante. Acaba de tirar contra las nueve mujeres del aula. Mató a seis. Corrámonos que ahora sale.
Sigámoslo. Pero de lejos. Se mete en la cafetería. Disparo. Sigue por los pasillos. Disparos. Acerquémonos un poco, que no lo vemos. Ahí está. Ya pasaron como veinte minutos desde que entró en el aula. ¡Se voló la cabeza!
Es la masacre de Montreal. ¿Cuántos murieron? Catorce mujeres. También quedan unas diez mujeres heridas y otros cuatro hombres. Bueno. Volvamos al futuro, ya vimos suficiente.