miércoles, 25 de septiembre de 2013

Tercer Aniversario

Noticia Cierta

Mil noventa y cinco días después de que Percepciones de la Ignorancia apareciera en la red y se escondiera en algún rincón de los miles de servidores de una de las empresas más grandes del mundo, el blog literario sigue vivo. Es cierto que se muestra mucho menos activo que en sus primeros meses de vida, pero ha conseguido mantener la continuidad publicando al menos una vez por mes.
Después de tres años, creo que puede decirse que ha logrado construir su propio estilo. Aún cuando las publicaciones son variadas y su forma no es siempre la misma, comparten la mayoría de sus recursos literarios.
Los dibujos que siempre acompañan a las letras, siguen presentando la misma paleta de colores de siempre, son construidos en base a alguna imagen relacionada con el texto y después procesadas digitalmente con herramientas muy propias de la música (superposición, inversión, retrogradación).
El tiempo pasa y las letras y los colores se acumulan. Y si hay cumpleaños, puede haber pedido de regalos. Así que el blog les pide para este año su voto en el concurso “Blog Literario 2013”. Si alcanzaron este renglón, ya pueden viajar hacia la votación. ¡Click Acá!

lunes, 16 de septiembre de 2013

Método puntual

Divague

La impuntualidad es un problema frecuente, al menos fuera de Suiza. Y si bien muchos no tenemos tan buenos relojes, no hay que dejar de considerar que en los países subdesarrollados suelen intervenir un sinnúmero de variables en las repetidas llegadas tarde de la gente. Es muy difícil llegar en el minuto correcto a un lugar cuando el colectivo nunca pasa a la misma hora, los trenes siempre se atrasan, las barreras no se abren, los semáforos se apagan y las viejitas se te cruzan.
Propongo entonces un nuevo método de fijar tiempos de encuentro. Un recurso atrevido que no está lejos de ser una avivada. Se trata de decir un solo número. En vez de arreglar juntarte con alguien a las diez y diez, podés decir a la hora diez o en el minuto diez. Ahora bien, respuestas con consecuencias tan distintas merecen un análisis atento.
Podríamos asumir que comienza a existir impuntualidad cuando el módulo del atraso o adelanto (esto depende del sistema de referencia) de nuestra persona con respecto a un evento previamente arreglado es de cierta cantidad de tiempo. Sin embargo, aún cuando entre las diez y cinco con cincuenta y nueve segundos y las diez y seis con uno, sólo pasaron dos míseros segundos, sólo en uno de los casos son las diez y cinco.
Tomemos como unidad de encuentro la décima de segundo. Esto muestra instantáneamente que tenemos 600 oportunidades de presentarnos en un cierto lugar a las seis y veinte. Son muchas, pero la experiencia indica que no alcanzan.
Ahora bien, si sólo decimos un número y arreglamos para la hora cinco, siempre dentro del mismo día, contaremos con 36.000 oportunidades de ser puntuales divididas en 18.000 antes del mediodía y otras 18.000 por la tarde. En cambio si nos decidimos por el minuto treinta, tendremos 14.400 oportunidades divididas en 24 paquetes de 600 que se repetirían una vez por hora.
Acabamos de demostrar entonces, que nos conviene arreglar el número hora, cosa que además de asegurarnos el mayor número de oportunidades de ser puntuales, le evita al otro quedarse esperando todo el día asegurándole un tiempo máximo de espera menor a trece horas.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Misión atómica

Hecho

Acompáñenme. Esta vez no sólo vamos a vivir un hecho del pasado, vamos a alterar un poco la historia. ¿Saben qué día es hoy? Sí, 12 de septiembre. El año actual no importa, tenemos que volver al 1933 y viajar a Londres. No, así no podemos ir. Descartemos la indumentaria moderna, no quiero que llamemos la atención.
Ahí está la famosa torre del reloj. Ahora tenemos que correr aguas abajo, bordeando el río Támesis. Sigan, sigan. No me van a decir que ya están cansados. Ahora doblemos a la izquierda. Vamos, que se nos acaba el tiempo. Acerquémonos a aquella plaza. Pueden descansar un poco.
Estamos esperando que aparezca Leó Szilárd, un científico húngaro. ¿No lo conocen? Bueno, tranquilos que yo vi un par de fotos. ¿Qué vamos a hacer? En el momento en que veamos que está por cruzar la calle, le vamos a preguntar la hora. No nos importa que hora es, nos interesa interrumpir sus pensamientos por un minuto.
Ahí está, andá vos. Sí, vos. Corré que tenés que llegar antes de que se le prenda la lamparita. Disculpe, preguntás vos, ¿tiene hora? What?, responde Szilárd. Excuse me, te corregís, what time is it? Entonces Leó te contesta con educación.
Ya está, cambiaste la historia. ¿Por qué? Interrumpiste al científico en el preciso momento en que se le ocurría como usar la fisión nuclear para hacer una bomba. Claro, la bomba atómica. Si no fuera por vos, dentro de unos años el tipo le iba a escribir una carta a Roosevelt e iba a iniciar el proyecto Manhattan. Y en 1945 se hubieran muerto un montón de japoneses otra vez.